Antes de contarles lo que sucedió ese día mientras la bañábamos tengo que explicar lo que nos dijo el pediatra una semana antes. En nuestra visita mensual con el pediatra le comentamos de la aparición de unas costritas en la cabeza de nuestra hija. Él nos comentó que es normal y que se le conoce como costra láctea; y que normalmente esta aparece como reacción a la proteína de leche. Nos preguntó si tenía otros síntomas como vómito, ronchas en otras partes del cuerpo, problemas respiratorios, etcétera. A lo cual respondimos que no presentaba ningún otro síntoma. Nos dijo había que no había que preocuparnos por la aparición de dichas costras, que eran normales. Ya al final de la consulta nos recomendó aplicarle aceite de almendras en la zona donde se veían las costritas una hora antes de bañarla.
Compramos el dichoso aceite y en el primer baño en el que pudimos se lo aplicamos en la cabecita, la bañamos y fin. Todo fluyó con normalidad. Después, nos dimos cuenta que el aceite se lo aplicábamos muy superficialmente, por lo que cambiamos la forma de aplicación por una forma más vigorosa que penetrara mejor el cuero cabelludo.
Y así comenzaron los problemas.
El día que le aplicamos el aceite de forma más vigorosa, notamos como pedazos de la costritas de desprendían y nosotros inocentemente pensamos: "Eso es bueno, debe de estar funcionando".
En parte teníamos razón, pero lo que sucedió después fue que al momento de meterla a bañar y aplicarle el shampoo (el cual es de bebé) este entró en contacto con la piel "expuesta" y lo que que siguió se lo pueden imaginar: llanto, llanto, molestia y un poco más de llanto.
Pensamos que fue un caso aislado y no se repetiría. Inclusive, pensamos que el motivo pudo haber sido otra cosa: hambre o sueño. Decidimos suspender la aplicación del aceite y seguir bañandola como antes.
¿Qué sucedió en los baños posteriores?
Lo mismo, se seguía irritando y llorando a todo pulmón. ¿Pero por qué? No entendíamos. Nuestra bella Ariel se había convertido en Úrsula. No era posible, ¡le encantaba el agua y los baños!
Después de un par de baños mi mujer se dio cuenta de la causa del problema, no era el aceite, ni era el agua, el culpable del llanto era el shampoo. ¿El shampoo? Pero sí la habíamos bañado con ese shampoo muchas veces antes y jamás le había causado problemas. Dicho de otra manera, el problema no era el shampoo, era que ella veía como agarrábamos el bote de shampoo: mi hija se acaba de condicionar. Gracias Iván Pávlov.
Lo que sucedía, es que cuando veía que agarrábamos el bote de shampoo, sabía que iría a parar a su cabeza, y de ahí le vendrían a la mente esas ocasiones en que la ardió y le provocó molestia y llanto. Y dicho y hecho, nada más veía nuestra mano con el shampoo, comenzaban los recuerdos y aparecía el llanto. Como decía Aristóteles: "Cuando dos cosas suelen ocurrir juntas, la aparición de una traerá la otra a la mente".
Pensamos cambiarle el shampoo, ir con el pediatra y pedirle consejos... pero, la causa del problema era que veía nuestra mano agarrando el shampoo, decidimos lo más sencillo: escondimos el bote de shampoo y lo agarramos a escondidas.
Un día la bañamos como siempre y le pase a mi mujer el shampoo fuera de la vista de mi hija y problema resuelto. Ni cuenta se dio. La bañamos como siempre lo hacemos y fue muy feliz. Nuestra sirenita había regresado.
Después de esta experiencia me quedé pensando: ¿cuántas fobias de los bebés no nacerán de formas muy similares? Quizás los papás damos por hecho que el niño está haciendo un capricho, cuando probablemente exista una causa bien establecida, la cual muchas veces no sabemos identificar.
A nuestra hija, eventualmente vamos a presentarle el bote de shampoo. Estoy seguro que sí hubiéramos seguido haciendo las cosas de la misma manera tendríamos que bañarla con camisa de fuerza incluida. Es broma hija, sigue durmiendo ya en la noche te bañamos otra vez.
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